El Tango, el Tiempo y el Valor del Esfuerzo Auténtico
- María Olivera
- 27 may
- 2 Min. de lectura

Un par de tacos altos, un buen traje, unas frases en español, un par de temporadas en Buenos Aires, la copa de un concurso exhibida en una vitrina… pueden dar cierta impresión, pero no hacen, por sí solos, que alguien sea parte de la cultura del tango. El tango no responde a las apariencias. Pide algo más real: tiempo, esfuerzo y honestidad.
Ser argentino no te convierte automáticamente en tanguero. Bailar durante treinta años no te vuelve necesariamente un buen bailarín—y mucho menos un maestro. Y pasar una temporada en Buenos Aires no te transforma en porteño. Estas no son identidades que se puedan reclaman; se construyen con el tiempo, con práctica constante, curiosidad, y un profundo respeto por la tradición.
Uno de los errores más comunes que he visto—y también cometido—es querer representar algo antes de haberlo comprendido de verdad. Esto pasa en todos los roles: bailarines, docentes, músicos, organizadores. Caemos en la tentación de mostrarnos como más “de adentro”, más experimentados o conectados de lo que realmente somos. Pero no hace falta.
El tango no necesita individuos que "pretendan" ser. Es una cultura que nos invita a crecer.
Y crecer lleva tiempo. Significa hacer el trabajo duro: practicar cuando nadie te ve, escuchar las orquestas hasta que el fraseo se vuelva parte de tu cuerpo, y entender, poco a poco, los códigos y valores que se transmitieron de generación en generación—mientras seguimos siendo flexibles y abiertos a los cambios que una nueva era y una sociedad en evolución puedan traer.
La autenticidad en el tango no tiene que ver con cuánto hace que bailás, de dónde venís o a quién conocés. Tiene que ver con cómo te presentás: con tu disposición a aprender, a escuchar, a aceptar correcciones, a madurar en el camino. No se pueden saltear pasos. Y cuando lo intentás, la danza lo revela tarde o temprano.
También hay algo más que no podemos olvidar: nuestra responsabilidad no es solo honrar a quienes vinieron antes, sino también apoyar y alentar a quienes llevarán la antorcha después de nosotros. Quienes están recién entrando a este mundo necesitan guía, no espectáculo. Necesitan generosidad, no ego.
Estés donde estés en tu recorrido por el tango—principiante, docente, intérprete, músico—tenés derecho a estar ahí, de forma plena y sincera. Hay lugar para vos sin necesidad de exagerar nada. Pero la invitación es clara: sé honesto, comprometete, y dale al tango el tiempo que te pide.
El tango, como cualquier expresión cultural folklórica, no necesita representaciones. Necesita gente que lo quiera de verdad. Gente dispuesta a dedicarle el tiempo, a sostener su cultura con integridad, y a dejar espacio para que otros también crezcan.
No hace falta ser oriundo de un lugar en particular. No necesitás un currículum perfecto. Lo que importa es que te presentes con honestidad, y que te quedes el tiempo suficiente como para que algo real pueda echar raíces.
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