Tango Más Allá de los Pasos: Por Qué la Personalidad Importa Más que las Figuras
- María Olivera
- 1 abr
- 2 Min. de lectura
Imaginate un salón lleno de bailarines avanzados, todos intentando la misma parada simple. Sin embargo, nadie la hace igual. Algunos la marcan con una pausa juguetona, otros la resuelven con seguridad firme, y algunos la vuelven suave y elástica, casi un suspiro. El paso es el mismo, pero la gente no. Ahí está la esencia del tango.

La Fantasía de la Cantidad
Es fácil creer que cuantas más figuras aprendemos mejores bailarines somos. Nos obsesionamos con secuencias, llenamos la cabeza de combinaciones complicadas y medimos nuestro progreso por cuántos ganchos o boleos metemos en una tanda. Pero el tango, en el fondo, no se trata de cuántos pasos sabés, sino de cómo expresás lo que sabés.
Un bailarín con unos pocos pasos, pero bien entendidos y llenos de intención, siempre va a conectar más que uno que despliega un catálogo de movimientos en piloto automático. La magia no está en el paso en sí, sino en cómo habitamos ese paso.
Curiosidad vs. Dominio
Antes de seguir, aclaremos que esto no significa que no haya que estudiar. La curiosidad es clave: explorar distintos estilos (milonguero, nuevo, salón, fantasía) y movimientos mantiene viva la danza. Siempre vale recordar que es fundamental tener la humildad de aceptar que el tango es un viaje sin final, y nadie termina de aprenderlo del todo.
Pero lo importante es la conciencia. Cada paso que das tiene que ser una elección, no un reflejo motor. ¿Estás bailando en automático o con presencia? ¿Para impresionar o para conectar?
¿Qué Estás Decimos Con Nuestro Baile?
El tango es una conversación. Cada movimiento es una palabra, cada pausa un respiro, cada abrazo una frase. Si lo que decimos es superficial y vacío de emoción, la charla no sirve. Entonces:
- Cuando damos un paso, ¿cómo lo damos?
- Cuando hacemos una pausa, ¿por qué nos detenemos?
- Cuando abrazamos, ¿qué estamos ofreciendo?
Nuestro baile debería decirle algo a la pareja sobre nosotros mismos: no solo nuestra técnica, sino nuestra musicalidad, emociones, humor, sensibilidad. Una parada puede ser un muro o una invitación. Un sanguchito puede ser un chiste o una caricia. La diferencia no está en la mecánica, sino en la persona que hay detrás.
Lo que Realmente Importa
Tener en nuestra memoria una colección de pasos de tango es como tener una biblioteca de libros que nunca leíste de verdad. La emoción del tango no está en juntar figuras, sino en lo que descubrimos (y mostramos) de nosotros mismos a través de ellas.
- ¿Qué nos hace vibrar en la música?
- ¿Qué clase de pareja queremos ser?
- ¿Qué queremos que sientan los demás cuando bailan con nosotros?
Esas son las preguntas que convierten una secuencia de pasos en algo vivo.
Así que estudiá. Explorá. Mantené la curiosidad. Pero nunca olvides: lo más poderoso que podés llevar a la pista no es otro paso complicado, sino vos mismo.
Y eso es lo que hace al tango inolvidable.
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¿Cuál fue el último paso que bailaste y sentiste que era realmente tuyo*? ¡Contame en los comentarios!*
Bailo por sensación no se los pasos de memoria.
El último paso que pareció mío fue cuando baile para mi, sin importarme los que estaban alrededor.