Ser argentino no te convierte automáticamente en tanguero. Bailar durante treinta años no te vuelve necesariamente un buen bailarÃn—y mucho menos un maestro. Y pasar una temporada en Buenos Aires no te transforma en porteño. Estas no son identidades que se puedan reclaman; se construyen con el tiempo, con práctica constante, curiosidad, y un profundo respeto por la tradición.